martes, 24 de abril de 2007

Carta de Amor/Desamor

Cansado.
Por: Nacido un 23

Mi amor:

Me cansé de esperar. El perro del micro mercado de enfrente me ve con ganas, como si yo fuese un poste, y las viejas del salón de belleza no paran de elucubrar historias conmigo. Siento las púas de sus miradas. Imagino que creerán que estuve como un imbécil esperándote toda la tarde, como todas las tardes.
Creo que me harté. Me harté de verte salir huyendo desesperada de cada uno de nuestros encuentros, de soportar todos tus planes, de las compras, de los tés con tus amigas, del domingo religioso donde la suegra, de tus vacaciones eternas, de tu trabajo asfixiante, de tus gustos, de tus ascos, de tu moda, de tu pop y tu música para planchar, de tus compañeritos del trabajo y los del inglés, todos esos que me saludan con hipocresía cuando me ven aparecer y agarran fuerte tu cintura cuando se despiden. Me cansé de saber siempre que finges en la cama, me cansé de hacerme el cojudo y me cansé de esperar, me cansé de intentar que te enamores de mi.
Porque esto no es de intentar, esto no es de cumplir a la perfección el papel de perrito faldero. Pero lo intenté y cumplí, claro, a la perfección mi papel de perrito faldero. Pero me cansé. Por fin!, diría mi madre.
Que andarás haciendo ahora? Ahora que ya perdí la cuenta de las tardes que espero en vano que pases por el umbral de la puerta, cruces la calle y subas al bus de mi mano.
Qué andarás haciendo ahora? Tonta pregunta con la que trato de evadir la verdad de siempre, la que sé, la que siento, de la que soy testigo. Andarás viviendo, porque desde hace mucho que tu vida dejo de serlo conmigo, desde hace mucho que me niego a darte el sí que esperas: “sí, me largo, no soporto más”. Pero ahora toma, cógelo, te lo doy: “sí, me largo, no soporto más”.
No usaré nunca más las camisas Dior que me comprabas en navidad. Volveré a beber, aunque el whisky está en la alacena desde que decidiste no visitar nunca más. Comeré hamburguesas el día entero junto a la cola de naranja que tanto detestas y todo sobre la cama.
Ni una telenovela más, ni una comida vegetariana más, cancelaré mi ficha en el gimnasio y con todo lo que ahorraré en comidas, chocolates y paseos me compraré la moto que tanto quiero, para largarme un poco más lejos.
Me voy, comienza a llover, la señora que vende las flores me pregunta por qué hoy no le he comprado nada. Ya no habrá más rosas sobre tu mesa, esas que tu desprecio no admitía, pero que tu ego siempre las recibió como premio. Ahora que te las compre tu profesor de inglés.
Te amo.

viernes, 13 de abril de 2007

Carta de Amor/Desamor

Por: Zeta

Señor
Triste Cobarde
Planeta Tierra

La telepatía no me funcionó, entonces decidí usar este recurso prehistórico de escribir en un pedazo de este material llamado papel que encontré en esa caja extraña de mi tatarabuela.
“Es lo único que no le molesta que haga a la mujer de celeste que me trae las cápsulas que me alimentan”.
Mi intención? desgarrar tu alma con mis letras, intentar y saber que talvez moriré intentando que cada palabra que leas en esta carta te llegue y te golpee con la fuerza de un látigo en el cuerpo desnudo de un esclavo, que te hieran con la fuerza de lanzas prehistóricas de los soldados luchaban en las guerras por sus vidas, que te lleguen de manera directa, punzante, veloz y que se queden escritas en tu cuerpo como una prueba de mi existencia y como prueba que no deja dudas, sin el riesgo de que se queden únicamente en los pensamientos, los míos y los tuyos huidizos como son, cobardes como su creador.
Te escribo para decirte que me provocas náusea cuando veo las fotos que guardé de tí, que mi estómago se retuerce y mi mente se marea, para decirte mil veces que eres la representación perfecta de lo más cobarde y la representación perfecta de lo inexplicable, de la acción que no obedece a las palabras, de la mirada que esquiva los ojos, de lo diabólico encarnado en un cuerpo perfecto. Porque lograste que mi corazón saltara cada vez que tu silueta se acercaba, hiciste que cediera espacio al extraño sentimiento del que siempre me burlé, dejé de ser la niña fría, dura y firme para convertirme en una pluma en el viento de tu simple aroma, me convertiste en nada, me transformé en la mujer invisible y te odio por esto, te odio por que convulsionaste mi vida, por que anulaste mi interés por mi misma para convertirme en un perro fiel que cuida de su amo, por que aceleraste mi muerte, por que envejeciste mi alma.
Ojalá que cada palabra que lees en esta carta te arranque el aire como lo hicieron tus mentiras conmigo, ojalá que la vida te condene y te cobre cada uno de tus actos y sobretodo te cobre por la cobardía de abandonar el amor intenso, puro, inmenso, verdadero y apantanarte en un mundo de comodidad, ojalá que la mujer con la que te quedaste se convierta en el ogro de los cuentos de horror y que cada caricia de ella te queme hasta lo más profundo de tus entrañas, ojalá que en verdad un día te enamores como yo de ti y sientas por ella lo mismo que yo por ti, y ella sienta por ti lo mismo que tú por mí, y por último ojalá que vivas mil años envejeciendo y el tiempo no sea indiferente contigo.

Sinceramente, desde la casa blanca a la que un día me abandonaste,

Tu eterno amor

Carta de Amor/Desamor

Por Ángel Grau

Amor de mi vida:


Te mando esta serenata. Mejor dicho, te canto esta serenta yo solito ysin guitarra porque temo que también ella se enamore de ti. Y será unaserenata muda, ni mi voz quiero que se te acerque; ni mi mente tampoco,ni siquiera las letras que sudan mis dedos. Solo el amor que te tengo,que sale del corazón pero también de los poros, de las venas, de loshuesos y de los bellos. Es decir, eres el amor de mi vida o, sea dichocon más verdad, eres la fuente de mi vida. No sé si esto será buenopero solamente estoy conectado a la cordura si me decerebro a tu lado;la magia existe solo en tus ojos y solo por tus ojos puedo hacermemariposa o mariposario; me provocas unos espamos sonrientes que para elresto deben ser maléficos –el goce en esos niveles no es humano-; no hainventado el hombre un alimento tan completamente cómplice con lafelicidad como tu boca; tampoco se ha hallado una catársis de semejanteprofundidad que andar de tu mano por el cielo. No sé si esto serábueno, no sé si valdrá que yo sea tu mellizo y tú seas tan enormementegenerosa de darme pan a pesar de tu hambre, de ahogarme con el agua quete falta, de poner el pecho a las balas por mí y reirte después conternura. Ahora que te llevo esta serenata noto que tengo frío, que mepasan ideas devaluadas por la cabeza, que me pica entre el fin de laespalda y la nalga derecha, que todavía soy capaz de deslagrimarme y dedesleirme de la risa. Noto que me pasan tantas cosas que se sientenhumanas pero que, en el fondo, son divinas porque se explican nada másque por esto que no sé si será bueno.No, no lo sé. Lo que sí sé es nunca me había sentido así de bien, queno quiero sentirme diferente, que estoy satisfecho y con fuerzas paraseguir recorriendo los trechos –pedregosos o levitantes- para llegar atu corazón y darle bienestar. Es mi propósito de fe, no otro.

miércoles, 11 de abril de 2007

Carta de Amor/Desamor

Primer acercamiento a la amada

Por El acosador
No me conoces, aunque yo a ti sí. Nos hemos visto varias veces: te he descubierto mirándome en el parque, con tus lentes, acompañada de tus amigas, y seguramente te has dado cuenta de la cara de bobazo que pongo cuando casualmente paso cerca tuyo. ¿Todavía no sabes quién soy? Tal vez recuerdes ese encuentro en la parada del bus, hace algo más de un año. Nos miramos largo y estuve a un paso de acercarme y decirte algo, pero soy tan tímido... Ese momento sentí una necesidad tan grande de morderte los labios, que realmente creí que al menos te diría algo, cualquier cosa... el clima, la hora, alguna pregunta estúpida, tus lentes. No te escribo para contarte estas cosas. La verdad es que no sé bien por qué te escribo...

No sé si llegues a comprender cómo o por qué me gustas tanto. Realmente me gustas. Me derrites cuando te veo sonriéndole a alguien más, cuando te espío por la ventana mientras sales del bar. Y qué decir de esa vez que casi choco contigo al salir corriendo... me moría si terminaba estampado contra tu cuerpo. Si vieras cómo tiemblo cuando estás cerca... ¿Te parece romántico? Por ti podría ser el hombre más romántico que hayas conocido. Lentamente me acercaría a ti, dejaría de lado la maldita timidez que me frena, entraría en tu mundo, aprendería tu vida, te trataría como a una reina y me volvería irresistible, casi tanto como tú. Estoy seguro que podrías quererme, soy un buen tipo, según dicen mis amantes, y haría lo que sea por hacerte feliz. Podría amarte como no has soñado siquiera que alguien te ame. Podría hacer tantas cosas...

Pero... ¿y después? Después de la excitación que causa la llegada de "esa persona" en la vida, después de los besos y las risas, después de compartir tardes hermosas de domingos soleados, después de las canciones, las películas y el alcohol, después de las escapadas y las caricias, después de la pasión y todo el sexo en los hostales... Después llega la rutina con su guadaña y decapita al amor. Seríamos muy felices por un tiempo pero pasaría lo que les pasa las parejas: algo se rompería una mañana y dejarías de sentir el gustito de antaño al despertar a mi lado. Pequeños detalles se transformarían en defectos insoportables, llevándome cada vez más lejos de la perfección que deseas. Y tratarías de acoplarte a la situación, por los viejos buenos tiempos, sólo para darte cuenta que ya no quieres estar a mi lado. Hablaríamos del futuro tratando de pintar de colores la tormenta de nuestras vidas, haciendo planes con la convicción de quien no cree su propia mentira. De vez en cuando volveríamos a hacer el amor y sería triste, casi como caricaturas grotescamente dibujadas. Al terminar volverías a la televisión, yo a mis lecturas, y al apagar la luz lloraríamos en silencio, cada cual por su lado.

Un día, por la piedad de Dios, alguno de los dos se decidiría y terminaría la tortura... la primera mitad de la tortura. Llegaría entonces el tiempo en que todo te recordaría a mí. Al ver una de nuestras películas pensarías en las noches compartidas. En la radio oirías ese tema que tanto me gustaba y sería como una puñalada con saña, y no podrías controlar el llanto cuando, después de alguna fiesta, manos extrañas tocaran tu cuerpo con mi misma dedicación. Alguna madrugada lluviosa tendrías que conformarte con abrazar la almohada porque no tendrías mi cuerpo a mano y ya no disfrutarías de esos despertares con mis labios recorriendo los tuyos. Tu corazón moriría, saldrías a caminar y el odio crecería en tu interior al ver pasar las parejas felices, tan hermosas, tan jóvenes y tan tomadas de las manos.

No es lo que quiero para ti... para nosotros. Si he hablado de lo terrible que sería para ti y no he hablado de mí, es porque seguramente este amor, tu amor, me costaría la vida. Tengo el corazón antigua y recientemente destrozado, listo para dejar de latir con el siguiente par de ojos, sobre todo si son como los tuyos, con esos lentes que te convierten en la diosa de mis sueños. Por eso me despido ahora que todo está bien. El dolor de este adiós va cargado con todo el amor que nunca sentiremos, con el cansancio de la relación que no llegaremos a tener, con la dulzura de los besos que no disfrutaremos.

Adiós, amor. No sientas pena, no sientas resentimiento... No me ames...

Carta de Amor/Desamor

Por Icarojr

Una tarde de domingo a la orilla de la 12 octubre con tu nombre en la punta de mi lengua, mientras subías a un Guadalajara.


Te salvaste! Te fuiste! Tomaste la ruta más directa al paradero y me dejaste viéndote borroso a través de las ventanas de mis ojos empañadas de tanto llorar.

No te salves, quédate conmigo. Así rezaba Benedetti la noche que enlazamos juntos las manos bajo aquel farol ¿Te acuerdas? Yo te miraba buscando las estrellas en la profunda oscuridad de tus ojos. Tú recorrías con el índice la página buscando el verso que más te había gustado y repetiste a media voz y muy cerca de mi oído -No salves quédate conmigo-

Yo temblé. Mi cuerpo no respondía a ninguna otra cosa que no fuera tu voz y repetí de la misma manera que tú – No te salves- mientras tu mano se posaba pecaminosa sobre mi muslo bajo mi falda corta. Me besaste tiernamente con la boca a penas abierta y mordiste mi labio sin hacerme daño. En mi mente yo me repetía- por favor no dejes que me salve-

Así que ahora dime, ¿Por qué ahora quieres protegerte? Ahora soy yo quien te pide a la orilla del mismo río…No te salves, por favor no te salves. No me abandones sola en el mundo. Callando todo lo que vivimos y no duermas silencioso mientras el júbilo es cantado por otros.

Ven a mí, descansa en mi regazo con toda la sangre que llevas puesta.

Retorna por la misma calle que te fuiste. Regresa con el mismo amor con que me conociste. Vuelve y no te salves.

Sé que lo que hoy te diga será vano a tus oídos y oscuro a tus ojos. Leerás esta carta como si fuera de la de otra más. Como si el mundo te hubiese absorbido de nuevo y yo solo seré el recuerdo de un fantasma.

Tú irás por ahí pregonado que si fui tuya, que si fuste mío, que si fuimos de nosotros. Bueno ahora somos de otros, dirás.
No entiendes, yo no me quiero salvar y no deseo que te salves. Ver algún lunes el amanecer por entre las hojas de la palmera que da a mi venta y que te quedes conmigo

martes, 10 de abril de 2007

Carta de Amor/Desamor

Por Nur

Con las manos temblorosas
ansiosas de humedad
recreo nuevamente tu imagen en mi memoria
añorando sin descanso tus labios y tu cuerpo
quienes bajo el embrujo de una noche fugaz
profanaron insolentes cada espacio,
cada secreto.
Con la mente aturdida de deseo
tomo una pluma y una hoja en blanco
para plasmar en mis versos
las sensaciones que me embriagan
creyendo ingenuamente que esos versos
calmarán la tormenta que arremete mi cordura
y me condena a vivir atada a esta locura.
Pero esas líneas no bastan
para contener la inmensidad de este amor
de este amor que me consume por dentro…
mis ojos se nublan
y el papel humedece de dolor.
Y simplemente, no estás
no está tu cuerpo cálido cada amanecer
no está tu sonrisa calmada
ni tu taza de café
simplemente no estás
así de sencillo
así de real.
Perdí ya la cuenta
de las madrugadas en vela
escribiendo tu nombre en mi almohada
dibujando corazones en mis recuerdos
repasando de memoria las líneas de tu silueta.
Doblo lentamente la hoja de papel
impregnada de perfume
de carmín y de piel
sello su sobre con un poco de esperanza
y una vez más, el alba se llevará
mi añoranza de volver a verte
encerrada en otra carta de amor.

Carta de Amor/Desamor

Por Nur

En alguna ciudad, en el día, de un año incierto.

A quien corresponda:

Descubrí el amor junto a ti. Me enseñaste que la vida puede ser hermosa si tienes una ilusión que la inspire, si tienes un gran amor que te inunde de sueños el alma. Con tus detalles y tu ternura creaste para mí un mundo fantástico donde tus caricias se convirtieron en la llama que encendió mi hoguera y despertó el volcán que dormía dentro de mí. Tus besos me transportaron fuera del universo, a otra galaxia, donde tu aliento y tu calor eran lo único que podía mantenerme viva. Tu presencia la podía palpar más allá del perfume de tu ropa; más allá de la fotografía del velador, pues estabas presente en mi alma. Tu amor y tu pasión trascienden a cualquier realidad, a cualquier frontera o ley terrenal. Te amo, como nunca soñé siquiera que era posible. Y no se equivocan cuando dicen que habría que crear un lenguaje nuevo que pueda definir al amor. Las palabras no bastan para expresar lo que llevo dentro y es que, cómo transmitir este sentimiento, sino con la piel, con el corazón, con todo el ser.
Aún recuerdo cuando te conocí, me conquistaste con tus detalles, con tu sonrisa, con tus gestos, con esa manera tuya de amarme. Y desde entonces, empezamos a escribir juntos la misma historia; viviendo intensamente cada página, cada párrafo, cada instante; memorizando las mil y una estrellas que cobijaban nuestro lecho; escapando como dos fugitivos de lo cotidiano para inventar un lugar único donde amarnos plenamente. Nuestros momentos han sido más que simples horas de placer, más que la sola satisfacción de los instintos porque al desnudarnos, desnudamos también el alma.
En el sendero que hemos recorrido, nunca nos detuvimos para voltear hacia el pasado porque nuestra unión no está definida por el tiempo ni el espacio, sino por la sensualidad que entregamos al amarnos. Tú, has sido puerto seguro para mi barca, nido para mis alas, tierra firme para mi casa. Yo, he nacido cada día para morir cada noche en tu cuerpo, he sido prisionera de tus manos para ser libre en la profundidad de tus labios, he sido niña para ser mujer en tus brazos.
Somos, dos seres afines en cuerpo y mente; dos espíritus fundidos en la misma piel; dos locos de amor que han jurado amarse, más allá de la misma muerte.

Te amo,

Nur

Biografía

Eugenia de la Lluvia

Por: Zeta (volví a nacer)

Eugenia Montesdeoca Llanos nació el 14 de junio del 1984, un día lluvioso en medio de gritos, viento, y ruido y fue abandonada por su madre en el horfanatorio del lugar. El hospital se había inundado como consecuencia de las fuertes lluvias que caían sobre el lugar en los últimos 7 días en una muestra más del cambio climático del planeta, todas las salas de atención estaban inundadas y la sala de partos no se salvó. Eugenia nació en un pueblo lejano del Oriente del país. Indiferente y confundiendo el agua del lugar con el agua del vientre de su madre no recordará este momento gracias a la sabiduría de la naturaleza.
La particularidad de los hechos de su nacimiento la marcó, todo el pueblo sabía que la única niña que nació aquel día en que no solo el hospital se inundó era Eugenia y por esto le temían pues parecía que ella tenía alguna conexión maligna con la lluvia. Estudió en una escuela rural que a pesar de los arreglos, cada vez que llovía tenía goteras por todas partes y en especial en el aula de Eugenia. La casa del horfanatorio estaba ubicada junto a un arroyo de los pocos que todavía tenían agua semi-limpia. Ya casi todos los ríos, arroyos y fuentes naturales de agua de los pueblos cercanos estaban contagiados por el natural desarrollo de las ciudades que hicieron que el mundo entero sufra de falta de agua, en otras palabras estaban secos, con excepción del arroyo de la casa de Eugenia.
Al cumplir 14 años, Eugenia termina la primaria luego de haber acudido a las clases en su escuela de manera irregular. La edad era ya suficiente para que ella buscara sus propios ingresos por lo que abandonó su pueblo en busca de mejores oportunidades. Su falta de experiencia y talvez el destino provocó que tomara el bus equivocado y fuera a parar a un pueblo tan pobre como el suyo, con la diferencia de que este se encontraba junto al mar, soleado la mayor parte del tiempo y lleno de un ruido diferente al de la lluvia a la que estaba acostumbrada, el ruido de la música propia de estos lugares que por el sol y el mar de alguna manera tenían la sal que su pueblo no tenía.
El mar era la fuente de alimentos de aquel lugar al que el destino la llevó, y se convirtió en su fuente de vida y sueños, su mejor escuela, tanta agua junta de alguna manera le decía que ella nació para estar junto a ella. Pudo encontrar trabajo en un restaurante y se quedó ahí hasta los 18 años, pero como nos debimos imaginar, desde que llegó a aquel pueblo, la lluvia empezó y no cesó. Ella por su lado sonreía cada vez que veía esos reportajes en el viejo televisor del lugar en los que el mundo entero se preocupaba por la escasez de agua dulce y a la vez pueblos enteros desaparecían por consecuencia aparentemente del desequilibrio ecológico, entre ellos el pueblo en el que había nacido que apenas ella lo abandonó fue víctima de los más fuertes huracanes y lluvias que se habían presentado en las últimas épocas en el país.
En noviembre del 2002 Eugenia decide abandonar el pueblo de pescadores en una pequeña embarcación y se dirige a una Isla llamada la Isla de sal que está a una hora mar adentro. A la mitad del camino una fuerte tormenta cae en varios kilómetros a la redonda, los sonidos que Eugenia escucha esta vez rompen la indiferencia con la que había vivido, cuando ella logra regresar a ver al pueblo que acababa de abandonar, se pudo percatar de que este prácticamente había desaparecido y aquellos miedos que siempre trató de ingnorar la atrapaban junto a los brazos del mar.
Cuenta la historia que en el mes de noviembre del 2002, el mar se la llevó para siempre y el sol volvió a salir en el pueblo de pescadores. Los turistas volvieron y la historia de Eugenia de la lluvia se escucha en el pueblo donde ella nació y se repite en el lugar donde murió.

miércoles, 4 de abril de 2007

Biografía

Reymundo Santos Gangotena, abogado

Por: se olvidó de mandar el seudónimo

Horrible, húmedo, negro y arrugado. –Es una preciosura!- Decía su abuela al verlo por primera vez casi sin identificarlo en la hilera de guaguas que habían llegado al mundo esa mañana en la maternidad.
Su primera pulsera lo identificaba. Escrito a mano, en azul, decía claramente Reymundo Santos.
Con destreza magistral las enfermeras del recinto hospitalario llevaban uno a uno a los bebés fresquitos donde sus orgullosas madres. Sonrisa entregaba, sonrisa recibía, a nadie le importaba la sinfonía escandalosa y desafinada que bullía desde las incubadoras hasta el corredor blanquecino.
Digno de su alcurnia, doña Mercedes Gangotena de Santos disponía de una habitación pulcra, alimentada de los mejores aditamentos de bienestar que se podía ofrecer en aquellos tiempos de dictadura para el confort de las partientas: bacinilla de bronce, escupidero de plata, cobija tejida a mano, chancletas de hule para el baño y pantuflas de oveja para las obligatorias caminatas de reposición por el pasillo.
Ramilletes de los más floridos descansaban en la mesita de comer, junto a la sopa fría de pollo, al puré con carne y a la gelatina que doña Mercedes dejó a medio camino ya que su repulsión y sus náuseas no permitían que bocado alguno pase por sus sistema.
Y es que su caso, médico, fue bastante sui géneris para los doctores. Si bien los gritos de dolor de las primerizas son comunes ya entre los galenos y sus ayudantes, los de doña Mercedes eran verdaderamente aterradores. Carmita, la enfermera más antigua del hospital tuvo que ser llevada de urgencias a una clínica privada para tratarle la profunda sordera que le causaron los aullidos de Mercedes Gangotena. A dos auxiliares más se les atendió en la misma maternidad de los profundos aruñazos que recibieron sus brazos y que necesitaron sutura. Jaime Costales, el médico de turno fue el único beneficiado con el bochinche ya que la certera patada que recibió de doña Mercedes le ayudó a expulsar la muela del juicio que lo atormentaba desde hace semanas.
Y es que Reymundito, como lo llamaban en la casa su madre, tías y abuelas siempre fue un dolor de cabeza.
En el Centro Especializado en atención para infantes, como su madre llamaba a la guardería en la que el guagua creció en sus primeros años, causó varios traumas. Todos sus compañeritos crecerían con horror al fútbol, a las cogidas, a subirse a una bicicleta, a bañarse en una piscina, a las fiestas de cumpleaños y a los regalos de navidad. Y otros con fobia a todos, a los perros, a los gatos, a los conejos, pero sobre todo a los niños. Después de sus años junto a Reymundito nunca fueron los mismos.
En la escuela y el colegio, sus padres, aunque siempre reacios a los cambios modernos, optaron por uno, de esos pocos católicos mixtos, regido por monjas canadienses. Ahí las de los traumas fueron las niñas. Todas ahora odian a los hombres.
Más que el Mercedes gris año 81 que decoraba la cochera de los Santos Gangotena costó el título de abogado de la República al que accedió Reymundito y con el que gracias a los favores que los encopetados de derecha debían a su padre llegó hasta lo más alto de la judicatura.
El Ministro Juez Santos Gangotena dirige desde allí, durante las dos horas que asiste y por las que gana setecientos salarios mínimos al mes, las riendas de una de las organizaciones más respetables y despreciables de la sociedad quiteña.
Son las 11:00 de un martes cualquiera, un chirrido de llantas suena frente al edificio central del Ministerio Fiscal. Jacinto Nazareno, regordete y atemorizante moreno oriundo de San Lorenzo se baja con prisa del sedan de vidrios polarizados y mientras cruza por detrás del auto elegantemente abotona su chaqueta que se explota por el enorme vientre. Abre la puerta y como en cámara lenta, salido de película de gansters desciende Reymundito, a quien sólo le gusta que lo llame así la Patricia Meza, esbelta montubia que conoció en el Café Rojo. Cuatro pelos al viento, que se revelan de la raya junto a la oreja que se hace todas las mañanas cuando se peina, dejan ver que la redondez de su calva es casi tan perfecta como la de su panza. Nunca faltan las gafas Rayband, compradas en unas vacaciones en Atacames, botas vaqueras negras, punta de alfiler, con un trébol bordado, son las compañeras ideales de los casimires que le fabrica Teodoro Coello, un sastre de la vuelta del recinto judicial y con los que Reymundito se siente dueño del mundo.
Doctor!, buenas doctor!, doctor que gusto!, saludan hipócritas todos los acólitos de la judicatura.
De cuatro escritorios perfectamente distribuidos en un cuarto beige, todos con sus respectivas máquinas de escribir marca Brother y con pilas de juicios que parecen edificios, salen José Enríquez, Eugenio Nieto, Ángel Esterillas y Carmen (Carmita para el jefe) Cárdenas, que trabajan años junto a Reymundito, desde que es Ministro juez, y quienes acumulan traumas dignos de un filme alleniano.
Raymundo entra, se levantan en fila militar, todos al unísono: doctor buenas! mientras Carmita, coqueta con su minifalda, le sirve el café y el periódico. Él la pellizca justo en el terciopelo de la falta y le lanza un guiño matador, como todos los días.
El tronar de la mecanografía invade de apoco la oficina nuevamente, Reymundito se acomoda, deja el maletín a un lado de su sillón, sorbe su café, su vista se sumerge en lo interesante del titular “Atrapan a marido celoso que mató a su mujer con navaja de afeitar” y el sueño y el calor de la mañana se apoderan de él. Sus ronquidos serán disimulados por sus acólitos con un tecleo desesperado. Esa será la clave para Jacinto.
Son las 11:05, así es la rutina, Jacinto se parará en la puerta y con la inexplicable frase de “no hay sistema” no dejará que ningún entrometido intente sacar un juicio mientras las miradas de los cuatro escritorios se posan hipnóticas en la telenovela.
Reymundito sueña, sueña con aquel día en el que le entregaron la placa nuevita que hay sobre la mesa: “A Raymundo Santos Gangotena, por sus 25 años al servicio de la patria, sus compañeros los judiciales”.

Biografía

Casi condenado
por (If you want me, come and claim me)

No me arrepiento aunque me he de arrepentir en su momento.

He mentido, sí. Proferí blasfemias y palabras malignas... o no tan malignas pero tampoco benignas. Manipulé la realidad para obtener ganancia, para aprovecharme de la gente y de las circunstancias. Y dilapidé las ganancias que obtuve, sin mucha razón, como si no hubiera habido gente necesitada para regalárselas.

Dije cosas que hirieron y sonreí con el resultado. Me burlé de las viejas en los supermercados cuando tapaban el paso con sus carritos, y de mis amigos cuando cometían algún error. Prometí y prometí pero nunca de corazón, siempre con plena conciencia de que no iba a cumplir. Hice tratos con la gente, buenos tratos que no cumplí, buena gente que no respeté.

Me libré de responsabilidades para dedicarme al ocio y los placeres. Bebí y bebí hasta enfermar, hasta ubicar mi conciencia en un lugar inalcanzable, y mantuve importantes conversaciones que al otro día no podía recordar. Vagué atemorizante y alcoholizado por las calles casi vacías, ensuciando con mi orina las esquinas. Vomité en las casas, arruiné las fiestas, ensucié las ropas, golpeé a las personas y no hubo chuchaqui que me haga arrepentir de haberlo hecho.

Me bañé con el sudor de mujeres que no amaba. Exploré sus cuerpos con lascivia, sus bocas me recorrieron entero, mi lengua aprendió sus caminos, expulsé mi semen en su interior, las obligué a hacer cosas que no querían o que simplemente sus cuerpos no eran capaces de hacer, y todo gracias al amor que fingí sentir por ellas... Ellas, mujeres si nombres, pues se perdieron junto con su decencia.

No me arrepiento aunque me he de arrepentir en su momento y eso será pronto. Ya estoy viejo y estoy cansado. Sé que no falta mucho para que la muerte quiera ser mi amante y trate de llevarme a dormir en su cama. Cuando eso suceda tendré que arrepentirme de mis errores e implorar la absolución de Dios. Me arrodillaré y suplicaré para, gracias a su infinita misericordia, obtener el perdón divino que me permita disfrutar de otra vida. No sé si así funcione lo de la vida eterna, pero tengo que reencarnar más adelante -es una necesidad- porque me faltan cosas por hacer.

Hay mentiras que no pude decir, ganancias ilícitas de las que no disfruté, gente a la que no traicioné, promesas que no tuve oportunidad de ignorar, bebidas que no saboreé. Pero, por sobre todas las cosas, la eternidad me espera para conocer esos labios que no pude besar, esos cuerpos que no pude tocar, esas mujeres sobre las que no pude cometer los máximos excesos... Porque, tal vez, si se me otorgan las vidas necesarias, pueda conocer a aquélla que me haga sentir eso que llaman amor.

Biografía

La niña Chacha

por Ángel Grau

La casa esquinera señorial, mantenida, reconocida por todos como un referente del barrio, hervía. Hervía de verdad, las cuatro grandes ollas en las que se preparaba las sopas de arroz de cebada para la cena de los lunes ahora bullían de agua, el fuego la purificaba, la transparentaba, asesinaba a esos bichos feos que habitan las aguas deese que nunca se sabrá si es un flujo permante de aguas puras venidas del páramo o una colada de miserias fecales.
Pero no había más. Se debía hervir, lo había dicho la abuela, por cuatro horas o 7 atados de leña, lo que sucediera primero, y entonces estaría lista.
En el tercer piso, la madre gritaba fuerte. Nada se parece al grito de una madre primeriza; se compone de 25 por ciento de dolor, 25 por ciento de esperanza, 25 por ciento de fuerza y 25 por ciento de amor. Se había quejado las últimas ocho horas de dolores, habían mandando llamar a la partera hace 2, habían acudido las 7 tías hace media hora yel padre había mandado a decir que le avisaran cuando hubiera nacido la criatura. Lo cual sucedió, según quedó marcado en el reloj cucú, a las tres de latarde y ocho minutos.
Sucedió que apareció la cabeza y luego el cuerpo de un varón, quien gritó muy fuerte pero no lloró. A las tres de la tarde y 14 minutos lloró una niñita.
El mundo está dividido en varonesy niñitas. El padre llegó cerca de las ocho de la noche con olor alicor de anís y un trío de lagarteros, la madre lloró de la rabia porque solo quería descansar de la jornada. Borracho como terminó a las 10 de la noche, hacía esfuerzos ridículos por convencer a su mujer de encargar al tercero esa misma noche. Llanto sobre el difunto, como decía la tía Esperanza. Durmió en una de las 6habitaciones de la casona, que no en la matrimonial. Ni esa noche ninunca más.
Yo soy la menor de la familia y me bautizaron con el primer nombre de mis abuelas y de mi madre (Rebeca Caridad Irma). Enseguida, sinsaberlo, fui la mayor e hija única, el flojo de mi hermano no diotiempo ni para el bautizo, se saltó sin arrogancia a la extrema unsión. Por eso, he debido cargar con todo. Ocurridos como son todos por aquí,jamás me llamaron por ninguno de los tres nombres, siempre he sido la Chacha, la niña Chacha, la verdad. No tiene mucho misterio esto, mi papá nunca fue tal porque en la casano había el varón heredero, es decir, no había hijo para él; pero para mamá y el resto del planeta era una princesa que asumiría pronto la conducción del mundo matriarcal que añoraban, los ovarios al poder. Y yo los tenía. Los usaba, además usaba los encantos recibidos o meinventaba otros para tener a todos como ladillas.
Recuerdo haber sido atendido por el doctor varias veces los lunes. Mi padre me llevaba de la mano a misa y me traía de la mano de la misa ycomo yo no era el varoncito de sus ojos me apretaba tanto la mano queel doctor debía administrarme un ungüento de matico para que laextremidad recuperara la circulación. Recuerdo también al doctor un díaque me fue a atender porque, según mi padre, tenía un derrame. Ese día enterramos a mi madre y mi padre notó los trazos rojos, pero el enrojeció más cuando el doctor le dijo que era mi primera mensutruación.
Yo se que es muy pronto para escribir mi biografía, soy muy joven, pero ya tuve mi primera menstruación, lo que me da el derecho de sentarme en la mesa grande y hablar de mí misma. El derecho para la biografía uno se lo gana con sangre.