miércoles, 4 de abril de 2007

Biografía

Casi condenado
por (If you want me, come and claim me)

No me arrepiento aunque me he de arrepentir en su momento.

He mentido, sí. Proferí blasfemias y palabras malignas... o no tan malignas pero tampoco benignas. Manipulé la realidad para obtener ganancia, para aprovecharme de la gente y de las circunstancias. Y dilapidé las ganancias que obtuve, sin mucha razón, como si no hubiera habido gente necesitada para regalárselas.

Dije cosas que hirieron y sonreí con el resultado. Me burlé de las viejas en los supermercados cuando tapaban el paso con sus carritos, y de mis amigos cuando cometían algún error. Prometí y prometí pero nunca de corazón, siempre con plena conciencia de que no iba a cumplir. Hice tratos con la gente, buenos tratos que no cumplí, buena gente que no respeté.

Me libré de responsabilidades para dedicarme al ocio y los placeres. Bebí y bebí hasta enfermar, hasta ubicar mi conciencia en un lugar inalcanzable, y mantuve importantes conversaciones que al otro día no podía recordar. Vagué atemorizante y alcoholizado por las calles casi vacías, ensuciando con mi orina las esquinas. Vomité en las casas, arruiné las fiestas, ensucié las ropas, golpeé a las personas y no hubo chuchaqui que me haga arrepentir de haberlo hecho.

Me bañé con el sudor de mujeres que no amaba. Exploré sus cuerpos con lascivia, sus bocas me recorrieron entero, mi lengua aprendió sus caminos, expulsé mi semen en su interior, las obligué a hacer cosas que no querían o que simplemente sus cuerpos no eran capaces de hacer, y todo gracias al amor que fingí sentir por ellas... Ellas, mujeres si nombres, pues se perdieron junto con su decencia.

No me arrepiento aunque me he de arrepentir en su momento y eso será pronto. Ya estoy viejo y estoy cansado. Sé que no falta mucho para que la muerte quiera ser mi amante y trate de llevarme a dormir en su cama. Cuando eso suceda tendré que arrepentirme de mis errores e implorar la absolución de Dios. Me arrodillaré y suplicaré para, gracias a su infinita misericordia, obtener el perdón divino que me permita disfrutar de otra vida. No sé si así funcione lo de la vida eterna, pero tengo que reencarnar más adelante -es una necesidad- porque me faltan cosas por hacer.

Hay mentiras que no pude decir, ganancias ilícitas de las que no disfruté, gente a la que no traicioné, promesas que no tuve oportunidad de ignorar, bebidas que no saboreé. Pero, por sobre todas las cosas, la eternidad me espera para conocer esos labios que no pude besar, esos cuerpos que no pude tocar, esas mujeres sobre las que no pude cometer los máximos excesos... Porque, tal vez, si se me otorgan las vidas necesarias, pueda conocer a aquélla que me haga sentir eso que llaman amor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustó de verdad. La primera persona, ese acto de contrición solemne, ese difícil diálogo interno que, ante todo, tiene que ser honesto, sin límites. Pero, me parece que te caíste al final. Semejante personalidad merecía otras oportunidades más que el amor, que funciona aquí como una redención que no le luce a un personaje así. Está de lo más bien, me encantó.

ACS dijo...

Cierto... Vuelvo a leerlo y me doy cuenta que es así. Ángel Grau tiene razón.

Como otras veces, el amor lo arruina todo...