martes, 10 de abril de 2007

Biografía

Eugenia de la Lluvia

Por: Zeta (volví a nacer)

Eugenia Montesdeoca Llanos nació el 14 de junio del 1984, un día lluvioso en medio de gritos, viento, y ruido y fue abandonada por su madre en el horfanatorio del lugar. El hospital se había inundado como consecuencia de las fuertes lluvias que caían sobre el lugar en los últimos 7 días en una muestra más del cambio climático del planeta, todas las salas de atención estaban inundadas y la sala de partos no se salvó. Eugenia nació en un pueblo lejano del Oriente del país. Indiferente y confundiendo el agua del lugar con el agua del vientre de su madre no recordará este momento gracias a la sabiduría de la naturaleza.
La particularidad de los hechos de su nacimiento la marcó, todo el pueblo sabía que la única niña que nació aquel día en que no solo el hospital se inundó era Eugenia y por esto le temían pues parecía que ella tenía alguna conexión maligna con la lluvia. Estudió en una escuela rural que a pesar de los arreglos, cada vez que llovía tenía goteras por todas partes y en especial en el aula de Eugenia. La casa del horfanatorio estaba ubicada junto a un arroyo de los pocos que todavía tenían agua semi-limpia. Ya casi todos los ríos, arroyos y fuentes naturales de agua de los pueblos cercanos estaban contagiados por el natural desarrollo de las ciudades que hicieron que el mundo entero sufra de falta de agua, en otras palabras estaban secos, con excepción del arroyo de la casa de Eugenia.
Al cumplir 14 años, Eugenia termina la primaria luego de haber acudido a las clases en su escuela de manera irregular. La edad era ya suficiente para que ella buscara sus propios ingresos por lo que abandonó su pueblo en busca de mejores oportunidades. Su falta de experiencia y talvez el destino provocó que tomara el bus equivocado y fuera a parar a un pueblo tan pobre como el suyo, con la diferencia de que este se encontraba junto al mar, soleado la mayor parte del tiempo y lleno de un ruido diferente al de la lluvia a la que estaba acostumbrada, el ruido de la música propia de estos lugares que por el sol y el mar de alguna manera tenían la sal que su pueblo no tenía.
El mar era la fuente de alimentos de aquel lugar al que el destino la llevó, y se convirtió en su fuente de vida y sueños, su mejor escuela, tanta agua junta de alguna manera le decía que ella nació para estar junto a ella. Pudo encontrar trabajo en un restaurante y se quedó ahí hasta los 18 años, pero como nos debimos imaginar, desde que llegó a aquel pueblo, la lluvia empezó y no cesó. Ella por su lado sonreía cada vez que veía esos reportajes en el viejo televisor del lugar en los que el mundo entero se preocupaba por la escasez de agua dulce y a la vez pueblos enteros desaparecían por consecuencia aparentemente del desequilibrio ecológico, entre ellos el pueblo en el que había nacido que apenas ella lo abandonó fue víctima de los más fuertes huracanes y lluvias que se habían presentado en las últimas épocas en el país.
En noviembre del 2002 Eugenia decide abandonar el pueblo de pescadores en una pequeña embarcación y se dirige a una Isla llamada la Isla de sal que está a una hora mar adentro. A la mitad del camino una fuerte tormenta cae en varios kilómetros a la redonda, los sonidos que Eugenia escucha esta vez rompen la indiferencia con la que había vivido, cuando ella logra regresar a ver al pueblo que acababa de abandonar, se pudo percatar de que este prácticamente había desaparecido y aquellos miedos que siempre trató de ingnorar la atrapaban junto a los brazos del mar.
Cuenta la historia que en el mes de noviembre del 2002, el mar se la llevó para siempre y el sol volvió a salir en el pueblo de pescadores. Los turistas volvieron y la historia de Eugenia de la lluvia se escucha en el pueblo donde ella nació y se repite en el lugar donde murió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Zeta: bonita la historia, tienes una materia prima muy interesante para algo más. Lo que no me encanta es que el relato es muy plano, tienes momentos de mucha intensidad que pasan igual que los otros menos intensos, los desaprovechas. Siempre es importante darle ritmos, momentos más intensos y otros más modosos. Tienes que tener cuidado con los tiempos de los verbos y limar la redacción. Insisto, ahí hay material para sacarle mucho provecho. ¡Sorpréndenos!