lunes, 11 de diciembre de 2006

Mi abuela está en el columpio

Mi abuelita está en el columpio

Por: Lema

En estos momentos tan difíciles, llegan a mi mente los recuerdos de la niñez, como un reconfortante abrigo para mi alma. Permiten a mi ser transportarse en el tiempo para olvidar el dolor, recorrer muchos espacios, muchas vivencias, pero el corazón me trae a este mismo lugar, en otra época, en la más feliz, la que nunca quise que acabe, la que nunca quiero olvidar..
La primavera inunda el jardín de colores y alegría, mientras mi hermano y yo correteamos en los caminitos rodeados de flores, mi padre está pintando la casa de bruno el perro malhumorado y perezoso que se confunde con el tapete de la entrada, mientras mi madre cose mi vestido para la fiesta de la prima Clara, luce hermosa como un ángel laborioso sentada en el silloncito colgante de la estancia, al que mi hermano y yo llama “el columpio”, ya que ha sido cómplice de nuestros juegos y batallas, del que volamos como cohetes obviamente cuando papá y mamá no nos veían.
Mi madre disfruta de cada momento allí, era el lugar de sus sueños, desde niña cuando en la pobreza de su familia solo podían compartir un cuarto oscuro y húmedo entre todos, que daba a una callejón deprimente rodeado de altas paredes.
Pero toda esa pobreza no logró dañar su corazón siempre fue una mujer bondadosa y tierna, pero al mismo tiempo una luchadora incansable y lo reflejaba en su estampa, negra cabellera, ojos penetrantes y una sonrisa amable, fuertes brazos y potentes piernas que le servían para aguantar grandes jornadas en la fábrica de medias. Fue por eso que mi padre se enamoró de ella desde el primer instante que la vio, sentada sobre un tronco en el parque mientras tronaban los juegos artificiales que anunciaban el inicio de las fiestas del pueblo.
Se sentó junto a ella y le dijo “realmente estos explosivos son muy peligrosos”, y mi madre le preguntó “por qué si no hacen daño a nadie’” y él le respondió perdido en sus ojos: “Porque estàn provocando que los Ángeles caigan del cielo”... Mi madre riò a carcajadas con el que para mi padre era el màs serio de los piropos, mientras el tronco cedìa y giraba hacia atràs hasta dejarlos de espalda sobre el suelo y los pies apuntando al vistoso cielo, tronco alcahuete como una celestina, unirìa muchas páginas del libro de nuestras vidas...
Les costó mucho trabajo a los dos darle forma a su hogar soñado, mi padre carpintero de oficio construyó con sus propias manos gran parte de la casa y juntos sembraron cada árbol y cada flor del jardín, todo con mucho amor y cuidado.
En la estancia, en aquel rincón mágico, mis padres se sentaban juntos por horas a mirar las estrellas, y hablar como los enamorados de siempre, allí mi madre nos aconsejaba o nos consolaba, allí le conté de mis primeros amores y desamores, allí mi hermano le dijo que quería ser piloto, yo les anuncié mi casamiento y años más tarde la noticia de mi embarazo, ....espacio siempre acogedor, siempre nuestro.
Años más tarde sucedió lo inesperado, una mañana en la tienda principal del pueblo mi madre se desplomó y quedó tendida en el piso sin sentido, pronto llamaron a mi padre y la llevaron al médico, ella se negaba diciendo que solo era un leve mareo pero más tarde y después de una serie de exámenes el doctor nos dio la mala noticia, mi madre tenía un gran tumor en el cerebro, y ya no podían operarla, solo darle medicamento para que no sufriera tanto.
Comenzaron pronto los fuertes dolores de cabeza, las lagunas mentales, el deterioro lento y doloroso, todos decidimos cuidarla en turnos, incluso Ani mi hija de cuatro años, se la pasaba junto a ella, pidiéndole que le contara historias para que no se pierda en su propia mente.
Y fue cuando mi madre le contó un pequeño secreto, aquel tronco celestino en el que los dos entregaron su corazón, siempre permaneció en nuestras vidas ya que de el, mi padre construyó el columpio de la estancia...
La enfermedad no le dio tregua los dolores eran cada vez más intensos, ya no reconocía a nadie, al principio provocaba como un relámpago que su cuerpo se activara, salía corriendo semidesnuda, o no paraba de caminar durante semanas sin poder dormir y la ponía muy agresiva, sin que todos juntos la podamos contener. Pero luego la apagó, como el viento a una vela, y allí en su inconciencia con la mirada perdida solo hacia movimientos ligeros para indicarnos que nos podía escuchar que nos sentía, que no podía seguir así, hasta que se dejó morir....
Mi padre junto al ataúd no para de llorar, desconsolado, perdido, con un vacío en su corazón que le hiela el alma. Mi hermano y yo a una corta distancia solo podemos pretender ser fuertes, él lo necesita, pero lo que queremos es gritar de dolor y tristeza.
De repente como una brisa aparece mi Ani en el salón, se acerca a su abuelo con los ojillos chispeantes y susurra algo en su oído, la cara de mi padre se ilumina y un suspiro de alivio infla su pecho de paz, mientras se acerca al vidrio del ataúd, lo besa y le sonríe al rostro inerte de mi madre.
Con gran curiosidad pronto intercepto a mi pequeña y le pregunto que le había dicho a papá y ella con un gesto de complicidad me responde. Acabo de verla, está allí, y me ha sonreído, mi abuelita está en el columpio......

2 comentarios:

P. Simon Torres dijo...

Romántico, poético.. eso ante todo poético. Va un poco lento a ratos pero describe con mucha gracia el ambiente, a los personajes y a sus sentimientos...

ACS dijo...

Coloridas descripciones de paisajes y pinturas del paso del tiempo sobre la familia. Se pierde un poco el ritmo que acelera con la cercanía de la muerte, pero la historia llega.
Un final como el de la mía, con una abuelita fantasma sentada sobre el columpio que estuvo presente durante toda su vida...